Por Jose Luis Angulo

Hay imágenes que cuando las observamos nos llevan de inmediato a una geografía concreta, por ejemplo Paris con la Torre Eiffel, Londres con el Big Ben, Nueva York con el Empire State, Peru con Macchu Picchu o Rio de Janeiro con el Cristo de Corcovado. Si pensamos en Japón, quizás el Monte Fuji será el símbolo más icónico del País del Sol Naciente. La silueta del sagrado Fuji siempre ha sido algo muy importante para los nipones y precisamente Suso Mourelo, en este espléndido y lujoso libro estructurado en dos partes, donde veremos por primera vez juntos las series homónimas dedicadas al Monte Fuji de dos artistas diferentes del siglo XVIII.

Vayamos por partes, en la mera descripción física, aunque esto no es lo más importante en esta ocasión, el Monte Fuji tiene 3.776 metros, es la montaña más alta del país, su silueta es un cono perfecto y sigue siendo un volcán activo, pero además es un lugar sagrado y ascender en peregrinación trae buenos augurios y prosperidad, por eso miles de personas ascienden cada año visitando algunos de los templos y santuarios que hay en su recorrido hasta llegar a la cima. Muchos peregrinos visten de blanco en señal de purificación.

Al ser un símbolo tan importante para los japoneses, muchos pintores, escritores y escultores han plasmado en sus obras la montaña sagrada.

Katsushika Hokusai y Utagawa Hiroshige nacieron en el siglo XVIII y fueron dos maestros en una técnica xilográfica denominada ukiyo-e que hasta la llegada de estos dos artistas era considerada tan solo una artesanía, fueron ellos los que la elevaron a categoría de Arte.

Katsushika Hokusai (1760-1849) utilizo diversos nombres, Tetsuzo, Shunro, Sori, Taito, Iitsu, Manji, durante su vida artística. Este hecho era bastante frecuente en los pintores nipones en aquella época. Hokusai pintaba desde su estudio, sus obras son pura recreación, cuando crea

Treintay seis vistas del Monte Fuji se había convertido en monje budista y por eso sus dibujos trasmiten la parte espiritual de la montaña sagrada.

En cambio Utagawa Hiroshige ( 1797-1858) que también cambio de nombre en diversas ocasiones, fue un gran viajero y muchas de sus obras son reinterpretaciones de bocetos hechos en sus viajes. Hiroshige tiene un uso novedoso de la perspectiva y también abunda la presencia de personas en sus dibujos. La obra de este autor se va simplificando con los años, en 1856 se hizo también monje muriendo dos años mas tarde de cólera.

Suso Mourelo conoce bien Japón, desde hace algunos años pasa allí largas temporadas y ha escrito varios libros sobre el país.

En este libro es él quien nos ira mostrando la vida y características principales de la obra de estos dos maestros, pero además, y muy importante, nos ira explicando de forma detallada de cada una de las “vistas del Monte Fuji “ que por cierto están reproducidas con una gran calidad.

Confieso que he pasado bastante tiempo deleitándome observando estos dibujos. Hay muchos detalles, simbolismo, perspectivas y colores que justifican hacer una lectura detallada, sin prisa.

En compañía de Suso Mourelo y de Xavier Moret, en Hiroshima.

Y puesto que lo que aquí se trata es de recomendar libros de viajes, os confieso que si antes de leer este documentado libro ya tenía ganas de volver a viajar por Japón, estas Treinta y seis vistas del Monte Fuji, han acrecentado en mi el firme propósito de aprobar una de mis asignaturas pendientes en el país, que no es otra que ascender el sagrado Monte Fuji.