Esta experiencia viajera nos la envía Nelson de origen peruano aunque vive actualmente en la República Checa: un auténtico viajero, que con frases como esta: «Seria lo máximo vivir cerca de la librería que tienen…» nos ha ganado.

Es promotor de una nueva generación de viajeros y aventureros  a través de los foros de mochileros, tiene una legión de mas de 60000 seguidores en Facebook y fue ganador al mejor blog personal en el blogday Perú 2011 y mejor blog de viajes 2012.

Os invitamos a seguir tanto su blog como sus cuentas en las diferentes redes sociales.

Aquí va su experiencia viajera y su filosofía viajera…

Experiencia viajera:

“A veces me pregunto qué es más rico: ¿un impecable bufé de cocina internacional servido en un lujoso restaurante o un simple plato de sopa tomada luego de una larguísima caminata por las frías cumbres de una montaña? Y la verdad, termino creyendo que no existe un mejor sabor que el de la segunda opción. Es un gusto que el dinero no puede comprar, un único y embriagante dejo que repone las energías, mientras pasan por la memoria las imágenes de un paraíso inalcanzable para muchos. Ese aroma es un privilegio que sabe a endorfinas por tus músculos, a emoción en el corazón y a salsa de alegría que queda grabada por siempre en la mente.

Lo supe desde la primera vez que viajé a los 17 años. Todo empezó por iniciativa propia, lo que me llevó a usar los ahorros del colegio. Solo y sin compañía, quería saber lo que era salir de la ciudad y hacerme cargo de mí mismo. Sobrevivir. Así que hice una pequeña, precaria e inexperta mochila que llevé a cuestas junto con una mantita que usaba desde niño, le sumé calzoncillos, medias y suficiente ropa para unos días. Tenía miedo, pero la emoción era intensamente motivadora. No podía detenerme, era más fuerte que yo.

En mi corta vida de adolescente, aquella experiencia se convirtió en ‘la mejor de la vida’. Por suerte, viví muchos años más y desde aquel entonces he seguido viajando, desde Perú, país en el que habito, un promedio de tres veces al año a cualquier destino que me brinde el delicioso sabor de esa sublime sopa.

Muchos dan la vuelta al mundo para conocer el Cusco y las ruinas de Machu Picchu, pero en mi caso ya lo había hecho varias veces. Las primeras fueron expediciones cortas, locales y medidas. Se hicieron empalagosas y cada vez resultaban menos emocionantes. Sabía que necesitaba algo nuevo, diferente. La respuesta se presentó ante mis ojos mágicamente: un buen día, mi perro y yo veíamos un programa de televisión sobre los periplos de Charles Darwin y mi mirada seguía el mapa de Sudamérica por truculentas islas en la Patagonia, bloques de hielo desprendiéndose de glaciares, volcanes en erupción y maravillosos lagos. Entonces me dije: ‘Quiero estar allí’.

De ese flash, en el 2005 nació www.mochileros.org y todo cobró sentido. Mi misión era explorar toda la zona austral de Sudamérica por el lado del Pacífico hasta llegar a la ciudad más recóndita del planeta, para luego regresar por el Atlántico y atravesar varios países y concluir en Perú. Al término de aquella odisea, publicaría todo el contenido del diario pensado en ese site, a lo que sumaría recomendaciones tips, sueños y esperanzas, con el fin de ofrecer a otros peregrinos un centro virtual de reunión e intercambio de datos y recursos. En aquellos días, lamentablemente no existían tan fantásticas herramientas como Youtube, Facebook o los blogs, por ende diseñé todo a mano, píxel por píxel.

De esa forma, sumé a la aventura a mi amigo Manolo. En su momento, cruzamos Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y Perú. En todo el trayecto, algunos empresarios turísticos nos tendieron la mano como hermanos, mientras que otros nos tiraron un portón en la cara, dejándonos bajo la lluvia. Pero sabíamos que eso iba a pasar. Había que jugársela, presentar nuestros sueños a personas que creyeran en esa visión internacional, en ese intercambio cultural y en una futura afluencia de millones de viajeros que se nutrirían de nuestras experiencias y retornarían como nuestros inspirados embajadores. Sin embargo, los más escépticos veían a dos piojosos mochileros hablando del potencial de Internet (‘¿Internet?, ¿qué es eso?’).

Cuando intentamos salir del país por primera vez con nuestros pasaportes nuevecitos y sin sellos, el encargado de inmigración nos insinuó intimidantemente que no podíamos entrar a su país porque podíamos quedarnos como ilegales, que nuestra bolsa de viajes podría ser prestada y falsa sólo para poder pasar, y que no tenía garantías de que fuéramos a regresar a nuestro lugar de origen. Al final, igual nos filtramos, pero la impresión era la de un complot desmotivador. En el camino se nos malogró una portátil y ya no teníamos cómo escribir en nuestro diario. También se fundió una cámara de fotos y por un momento nos quedamos sin imágenes, pero, aún así, nada logró estar a la altura de la experiencia.

Pasamos por salares, nos sumergimos en lagos, exploramos centros mineros, estallamos dinamita, nos enfermamos, nos curamos, tuvimos mascotas temporales, hicimos amigos eternos, conocimos chicas lindas, bailamos tango, comimos roedores, prendimos fogatas, nos mojamos bajo la lluvia, nos quemamos bajo el sol, probamos manjares, nos morimos de hambre, compramos gangas y se nos malograron otras, anduvimos en bus, ferry, buque, avión, tren y hasta burro.

Los detalles de todo esto forman parte de una gran historia que aún no termina, pues continúa en mi blog en www.mochileros.org/nelson . Somos cientos en los foros y me emociono al ver toda la gente que sigue mis pasos y conserva la misma motivación. Para mí es increíble poder recibir e-mails de personas para quienes he sido una inspiración en la decisión de partir, así que con gusto les doy la ayuda que pueda para que prueben el mismo sabor de la sopa reparadora y deliciosa, merecido premio a una larga expedición llena de recuerdos que perdurarán para toda la vida y el chef de ese plato habré sido yo. ¡Sírvanse rápido que se enfría!”.