Sinopsis del libro:

El paisaje que ve el autor es a la vez personal y filtrado por la perspectiva y el saber del geógrafo. Es, al mismo tiempo, un mirara hacia dentro, hacia los conceptos y las experiencias, y hacia fuera, a la belleza, condiciones y problemas de las formas del mundo. Este libro muestra así un ejercicio intelectual múltiple para asir, comprender y explicar los paisajes reales, es decir, los lugares y sus imágenes, especialmente algunos preferidos, a través de sus configuraciones y representaciones. Esta obra agrupa piezas de una extensa narración por entregas, otorgándolas el sentido final de su complementariedad y coherencia. Como la vida, es un viaje que engrana una sucesión de escenas. El paso del tiempo en el paisaje, su emplazamiento entre territorio y cultura componen la primera parte del libro. En una segunda mirada los lugares van apareciendo como en un camino de peregrinación en el que, mientras descubrimos los paisajes, éstos nos descubren a nosotros.

Fragmento:

Compartimos con todos y todas un cautivador fragmento del libro:

«La montaña era suma y alternancia de valle y puerto. Una mirada interesada vio un día desde fuera los valles y el rendimiento del agua llevó al primer gran cambio de los paisajes de los valles. Hoy están mudando los puertos por una nueva mirada utilitaria que ve la nieve con ojos más prácticos que estéticos. De los pirineístas poetas hemos pasado al turismo empresarial. De soledades a multitudes. De población arraigada a emigración. Lo que era considerado obstáculo, la nieve, se ha transformado en recurso. Y a veces incluso, al contrario de la tónica habitual, lo que se miraba como madera se entiende generosamente como naturaleza.

Hicieron estos paisajes no solo la piedra, el bosque y el prado, no solo el hielo y el torrente, también los modelaron, les dieron formas y sentidos los trabajos centrados en la ganadería. De aquella actividad, de una necesaria adaptación al terreno, al clima y a los materiales, deriva buena parte de la marcada personalidad y vivacidad de aquel paisaje. La casa como organización de la hacienda y como construcción material reflejaba la personalidad del patrimonio, de las costumbres y labores, en sus estilos constructivos, sus modos de agrupamiento, sus emplazamientos singulares, en sus ventanas, corredores, chimeneas, cubiertas de tablilla, loseta, teja, pizarra, tierra o paja.

Un tejido de costumbres, ritos y una particular comprensión de la montaña, del agua, del rocío, de la piedra, de los vegetales, del fuego, de los astros y las estrellas, de la tormenta y de los animales, de los espíritus, de las viejas tradiciones cristianas, de los lugares de las ermitas y monasterios, hacía latir un corazón vivo y hondo del Pirineo, al tiempo que se realizaban las labores y se habitaban los pueblos en un paisaje con sustancia propia. La tradición pastoril añadía al territorio las sobrias y estilizadas dependencias de cuadras, pajares, bordas, parideras, majadas. Antes del Pirineo de las grúas hubo un Pirineo de las chimeneas de piedra».

El autor:

Licenciado en Filosofía y Letras y doctor en Geografía, obtuvo en 1977 la cátedra de Geografía de la Universidad de La Laguna, y en 1982 la de Geografía Física en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha practicado el alpinismo, y es miembro de numerosas instituciones relacionadas con la geografía y el medio ambiente, como el Comité Científico de Parques Nacionales. Fue Premio Nacional del Medio Ambiente en 1991.

Sus libros tratan de su especialidad, la geografía física, y especialmente de las montañas.

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