Por José Luís Angulo.

El primer pasaporte que tuve, ya hace bastantes años, era de color verde. En la página 4 del mismo, figuraba un aviso: Países para los cuales este pasaporte es válido. Todos los del mundo excepto: Albania, Mongolia exterior, Rep. Dem. Vietnam, Rep. Pop. Corea. Viajar por Albania a finales de los años 70, no es que fuera difícil, es que era totalmente imposible. Años mas tarde acabo la restricción, y aunque no sin dificultades, se pudo comenzar a recorrer el cerradísimo país balcánico.

En mi caso, viaje por primera vez a Albania en 2.013, para entonces ya había leído algo de los escritos sobre los viajes de Lord Byron por aquel territorio, y también alguno de los libros del albanes Ismail Kadare, eterno candidato al Premio Nobel. Pero en aquel primer y lejano viaje, y curioseando por la librería International de Tirana, encontré el libro, The burden of the Balkans de Edith Durham, lo compré, aunque en ese momento no sabía nada de su autora.

Ahora, la Línea del Horizonte ha publicado por primera vez en castellano, y les felicito por ello, Las Tierras Altas de Albania de Edith Durham, con una excelente traducción a cargo de Eva Guillermina Fernández Ortiz.

La escritora británica nació en 1.863 y viajo por primera vez a los Balcanes cuando tenía 37 años. En aquella época, principios del siglo XX, ese territorio estaba bajo el yugo del Imperio Otomano, eran entonces regiones muy difíciles de transitar o a menudo casi inexpugnables. Apodada por los propios albaneses como “la reina de las montañas “, no hubo nada que escapara a su tremenda curiosidad, y durante los más de 20 años que duraron sus correrías, plasmo en sus libros o fotografías las costumbres de la desconocida sociedad albanesa.

Podríamos considerar los escritos de Edith Durham como libros de antropología y etnografía, pero además de eso son también una buena muestra de literatura de viaje, pues en ellos la autora nos cuenta las mil y una peripecias que le sucedieron en sus intrincadas y a menudo peligrosas travesías por el norte de Albania.

Como ella misma dice, y lamentablemente el tiempo le ha dado la razón, “por mal que vayan las cosas, siempre pueden empeorar”. Por eso Edith Durham siempre mostro gran optimismo y sentido del humor a la hora de enfrentarse a cualquier situación, como si no, podría viajar por aquellos convulsos territorios donde la paz nunca fue algo cotidiano.

Monumento a Edith Durham en las montañas del norte de Albania.

De su mano conoceremos el Canon de Lek, el famoso y antiquísimo código legislativo, la venganza de sangre, es decir asesinar a un hombre según las estrictas leyes de honor, el carácter sagrado de la hospitalidad albanesa, las vírgenes juradas, esas que aun siendo mujeres vestían con ropa de hombres y se comportaban como ellos gozando de los mismos privilegios y obligaciones, de Jorge Castriota, Skanderberg, el gran héroe nacional y cuya esposa Donika está enterrada en El Monasterio de la Santísima Trinidad de Valencia, del mal de ojo, una superstición muy arraigada en estas gentes que viven tan aisladas, la inviolabilidad de la besa, o código de honor. En fin, muchos temas diferentes ya que como afirma la escritora: “En la península balcánica hay mucho más de lo que parece a simple vista”.

Pero si Edith Durham fue una buena escritora, lamentablemente no muy conocida en nuestro país, también fue una viajera pertinaz y prueba de ello es que alguna vez afirmo: “Hay un placer especial en cabalgar a través de un lugar desconocido, un placer que un segundo viaje por la misma ruta no podrá proporcionar”.