Por José Luís Angulo.

Cuando era joven, decíamos con frecuencia, ignoro si los que lo son hoy día siguen utilizando la frase: “Compra un desierto y piérdete “pero de eso trata precisamente este libro, de perderse por las inmensas y desoladas geografías de los más intrincados desiertos que están desperdigados por nuestro planeta. De la mano de sus autores nos adentraremos en lugares tan evocadores y soñados para todos aquellos que amamos la aventura.

Pero con esto de los desiertos a menudo parece que el subconsciente nos traiciona y siempre asociamos la palabra desierto a inmensos territorios donde solo hay arena y no siempre es así, existen también desiertos de piedra como en la Patagonia, o en Jordania, desiertos montañosos como el Karakorum o algunos en los Estados Unidos que tan famosos se hicieron por las películas del lejano Oeste y también existen los gélidos desiertos de hielo de las regiones polares

Y tal como decía el gran maestro Manu Leguineche, “no hay paisaje sin paisanaje” así que también por las por las páginas de este documentado libro repleto de bellas fotografías, desfilan muchos de aquellos personajes que hicieron de los desiertos su territorio preferido y donde se desarrollaron muchas e increíbles aventuras. El siglo XIX fue prodigo en este tipo de expediciones ya que esos legendarios espacios se convirtieron en un duro reto para hombres y mujeres con coraje y afán de supervivencia.De la mano de Lawrence de Arabia, del conde Almasy y su búsqueda del oasis perdido de Zerzura, de Gertrude Bell que conocía como nadie los desiertos de Persia, Mesopotamia, Siria o Irak, de Wilfred Thesiger, conocedor del gran desierto arábigo y de sus habitantes, los beduinos, con los que simpatizó convirtiéndose casi en uno de ellos, de Theodore Monod, científico y explorador y sin duda una de las personas que mejor conoció el inhóspito Tanezrouft argelino, de Gerhard Rohlfs, uno de los mejores exploradores alemanes, de Alexandra David- Neel que atravesó el desierto del Gobi en su anhelo por llegar a Lhasa, la capital del Tibet y cuya entrada estaba prohibida a los extranjeros, de Nikolai Przewalsky, militar, explorador y geógrafo ruso que recorrió y cartografió las, entonces, muy desconocidas tierras del Asia Central, del húngaro de nacimiento y británico de nacionalidad Aurel Stein que exploro el recorrido de la enigmática Ruta de la Seda, o del sueco Sven Hedin, también gran explorador del Asia central y del desierto de Taklamakan, ese del que se decía, “ si entras no saldrás”. En fin, toda una pléyade de curiosos personajes que se adentraron en aquellos fascinantes territorios no exentos de peligros y buena muestra de ello es que algunos de estos protagonistas dejaron su vida al recorrer y explorar lugares “a priori” tan poco atractivos para el ser humano.

Un libro, que para todos aquellos que cargamos viajes y expediciones por desiertos en nuestra particular mochila viajera, nos traerá añorados recuerdos y también por supuesto muy recomendable para los que todavía, quizás por miedo o por falta de ocasiones todavía no se han lanzado a recorrer esos “territorios vacíos”. Estoy seguro que este libro les meterá el gusanillo en el cuerpo de un viaje por algún desierto, porque como dijo Sven Hedin:


“Todos y cada uno de nosotros necesitamos algo de desierto“