Por Jose Luis Angulo.

Si el pasado mes de abril nos íbamos a recorrer el rio Misisipi de la mano del naturalista, aventurero y pionero de la ornitología John James Audubon, en esta ocasión lo haremos acompañando ni mas ni menos que a Mark Twain, uno de los padres de la literatura norteamericana moderna. La vida en el Misisipi traducido por Susana Carral, cuenta en sus páginas con las numerosas, bellas y sugerentes ilustraciones de Edmund H. Garret, John Harley y A Burnham Shute y está editado de forma exquisita por Reino de Cordelia.


El autor es Samuel Langhorne Clemens, que no es sino el verdadero nombre de Mark Twain. El norteamericano conocía muy bien el rio ya que en su juventud fue piloto de uno de los barcos de vapor que navegaban por el majestuoso Misisipi y en el libro nos contara, de forma amena y con gran sentido del humor, muchos detalles sobre ese gigantesco río de más de 3.730 kilómetros de longitud, que en su recorrido cruzará diez estados del centro de los Estados Unidos hasta desembocar finalmente en el Golfo de México.


Samuel Langhorne Clemens

Mark Twain, tomo su nombre de guerra, por el que sería mundialmente conocido, como homenaje al capitán Isaiah Sellers, un auténtico “lobo de rio”, que navegó en barcaza por el Misisipi antes que hicieran su aparición los barcos a vapor y que durante 35 años realizo 60 viajes de ida y vuelta. Todos los detalles de sus navegaciones los apuntaba en un cuaderno y los firmaba como Mark Twain (dos brazas, que era la profundidad mínima que permitía navegar a los vapores sin peligro). Comienza el libro con una detallada descripción del rio Misisipi, ese que el español Hernando de Soto contemplo en 1.542 convirtiéndose en el primer hombre blanco en hacerlo y que no sería navegado en su totalidad hasta 140 años más tarde por el explorador francés La Salle.


Nos cuenta también como en los primeros tiempos de navegación un viaje de ida y vuelta hasta Nueva Orleans podía durar hasta nueve meses. Mark Twain nos confiesa que desde niño deseo ser un tripulante de un barco de vapor, cosa que finalmente consiguió tras un arduo y penoso aprendizaje que duro dos años y medio y durante los cuales llego a pensar: “Ojalá la profesión de piloto se fuese al infierno y a mí nunca se me hubiese ocurrido intentar aprenderla”. “Solo hay una forma de ser piloto y es saberse el rio de memoria, de cabo a rabo. Tienes que sabértelo como te sabes el abecedario”, le dijo su maestro el señor Bixby.


El autor norteamericano amo su profesión, declaro qué en aquellos tiempos, el piloto era el único ser humano libre y totalmente independiente que habitaba la tierra. Pero la Guerra de Secesión trastoco sus planes teniendo que abandonar su amado rio y convirtiéndose en buscador de plata en Nevada, de oro en California, reportero, corresponsal, maestro y escritor de poca monta hasta que trascurridos 21 años regreso de nuevo al Misisipi para constatar sobre el terreno que el declive de los vapores era un hecho. El ferrocarril había acabado con el tráfico de pasajeros y también con el de mercancías, los trenes eran más económicos y mucho más rápidos. El “reinado” de los vapores, había durado apenas 60 años desde su inicio hasta su final.


En el relato de Mark Twain se van entremezclando la historia y la geografía cambiante del rio, leyendas, anécdotas, personajes diversos, situaciones, accidentes como aquel del Gold Dust en el que hubo 17 muertos y 47 heridos, descripción de ciudades y los cambios que se han ido produciendo en ellas con el paso de los años, sobre las plantaciones de azúcar que Ocupaban ambas márgenes del rio y finalmente  se detiene durante varios capítulos en Nueva Orleans para hablarnos de sus cementerios, del horror que le producen las peleas de gallos , de las carreras de mulas, del carnaval Mardi Gras, reliquia de la ocupación francesa y española de la ciudad.

El libro me ha encantado, su lectura ha conseguido transportarme a esa legendaria arteria fluvial norteamericana de la que el propio escritor dijo: “ No se trata de un rio común y corriente, sino todo lo contrario: resulta excepcional se mire como se mire” y confieso que al terminar de leer la última de sus casi 600 páginas me han entrado unas tremendas ganas de coger un avión, siempre y cuando la dichosa pandemia lo permita, atravesar el Atlántico y navegar por el majestuoso rio Misisipi, ese que se convirtió en el protagonista principal en la vida y obra de Samuel Lanhorne Clemens y al que todos conocemos como Mark Twain.

Por cierto, gracias al autor norteamericano, ya tengo una nueva asignatura pendiente en esto de los viajes.