Os dejamos la experiencia viajera de Rocío Goerlich Tío en la bella Sicilia.

En este escrito explaya su fabulosa y serena estancia en Italia… ¡Gracias por tu aportación!

«Un agosto en Sicilia»:

«Llegamos a Sicilia en una cálida noche de agosto.

Nuestro alojamiento estaba en una de las puntitas de la ciudad, Torre Lingy, rodeado de mar por todos lados. Un barrio de pescadores, muy animado. Cuando llegamos era más de la medianoche y estaba muy alegre, con la gente sentada en las terrazas de las trattoria y gelateria, y los niños corriendo y jugando por todos lados.

En el pequeño B&B en el que nos alojamos estaba esperandonos la dueña, una señora que disponía de un gran piso (restaurado) en una de las casas típicas con patio interior, y alquilaba 4 habitaciones. Se trataba de una casa humilde, pero grande, de dos alturas y con fachada a dos calles, las dos mirando al mar. Nuestra habitación daba al puerto y a la Torre Lingy. Por las mañanas nos despertaban las gaviotas, y al atardecer escuchabamos a la gente del barrio hablando y cantando a las puertas de las casas, donde sacaban las sillas para tomar “la fresca” (como en los pueblos de España en verano)…

Pasamos un par de noches en esta punta de la isla, acostumbrándonos al viento cálido de este otro lado del meditérraneo. Ahora estábamos en su centro, y desde Torre Lingy iba a empezar a conocer y conquistar la isla de una parte de nuestros antepasados, al menos de los de mi marido.

Las noches son más oscuras en Sicilia, y si bien son bulliciosas y alegres, son menos ruidosas.

Teníamos dos largas semanas para atravesar la isla, conociendo todos aquellos lugares míticos, de riquezas arqueológicas, artísticas y naturales, de una belleza deslumbrante bajo el brillante sol de agosto: los templos griegos, las profundas playas, y los pueblos del interior olvidados, encaramados en lugares imposibles algunos.

Los últimos días fueron los de la familia, en el alegre Nicolosi. El Etna, del que bajamos andando en una excursión guiada por un excelente guía de montaña que nos fue explicando todos los detalles de la montaña volcánica.

Y, el regreso, como siempre, fue dejando una parte de nosotros ahi, a ese otro lado de mi mediterraneo. Pero, no basta el skype, el teléfono o internet… una parte del corazón siempre quiere volver, estar, llegar, marchar, viajar…».

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