Hoy publicamos la primera experiencia viajera enviada por Begoña Aguilar de Castellón: viajera, amante de la lectura y seguidora de la Librería Patagonia, nos relata con este bonito escrito parte de su inolvidable experiencia en Nepal y su visita a la majestuosa cordillera del Himalaya.

Desde Librería Patagonia agradecemos a esta viajera su colaboración; y, sin más rodeos, damos paso a su escrito:

EL PRIMER PASO

«Cinco mil cuatrocientos dieciséis es una cifra difícil de olvidar, sobretodo si para alcanzarla has de ir restándole altura paso a paso, acompasando respiración, mente y mucha pierna.

Tenían el reto: un paso a 5.416 metros de altura y 11 días para conseguirlo. Y también la ilusión. El miedo lo habían dejado en casa, a nivel del mar, con los que no fueron; pues, al final, sólo marcharon cuatro.

Sé que para algunos puede resultar extravagante pasar las vacaciones caminando durante días para cruzar al otro lado de una montaña imponente con todo lo que ello puede conllevar. Incluso incomprensible. Sin embargo, un viaje de esta naturaleza nos enriquece porque, aunque se lleve a cabo a miles de kilómetros de distancia de nuestro entorno, ocurre realmente dentro de uno mismo; así que, ninguno volvió de vacío. Fue un antes y un después, en el que sus pequeñas vidas sufrieron grandes cambios. Cada uno a su manera, pero sin indiferencia ante lo vivido.

Dicen que el sufrimiento ayuda a crecer interiormente. Yo creo que los retos no se consiguen sin cierta dosis de sufrimiento. Van de la mano.

Cuatro caminantes decidieron en 2010 cruzar el paso Thorong-La en la cordillera del Himalaya nepalí. Para ello, necesitaron visados, vacunas y algo de ropa. Al final, se convirtieron en 30 kilos de maleta cada uno. Llegaron a Katmandú no sin cierto apuro y dificultad, pues al aeropuerto rodeado de tan magníficas montañas sólo le falta un gran cartel visible desde el aire que diga: “Bienvenido a Nepal, aterrice como pueda”. 

Los nepalíes son afectuosos y amigables, pero nadie les preparó para los primeros días fuera de Occidente, dentro de Katmandú. Los intensos olores. Casi masticables. El sonido revuelto del tráfico. Insospechablemente estresante. La ciudad resultó un batiburrillo sensorial digno de los ojos más incrédulos. “¿Cuándo fue la última vez que viste un autobús con una cabra sobre el techo y veinte hombres mientras intenta adelantar a una familia de cuatro montados en moto con un ordenador amarrado sobre sus cabezas?” Ese espectáculo callejero no lo supera ni la película más taquillera.

Y tras tres días de esta guisa, llegó su primer día en la montaña. El aire limpio. El paisaje inmenso. El camino por recorrer. Su objetivo, tan apartado… Cruzaron poblados llenos de niños risueños y alegres, caminaron sobre puentes colgantes, subieron y bajaron montañas acompañados siempre del majestuoso macizo del Annapurna y con cada paso iban llenando su memoria de imágenes, experiencias y vivencias singulares. Manang, la capital de la región del mismo nombre, cerca de la frontera con Tibet y a 3.519 metros de altura, les acogió amablemente para permitirles aclimatarse a respirar un aire cada vez menos denso, más ligero, que hacía que sus pasos fueran más y más pesados, menos ingrávidos.

Sufrir mal de altura puede resultar una dura carga que llevar a cuestas en el Himalaya. Ellos lo sufrieron en diferentes grados. Sin embargo, la experiencia propia de pasar el Thorong La y ver el mundo desde arriba compensaba el esfuerzo de caminar en condiciones que en casa le habría llevado a uno a meterse en cama bajo prescripción médica. La última noche fue larga, insomne, y corta porque, mucho antes de la salida del sol, comenzaron el ascenso hacia el paso. Ya tan cerca, todavía inalcanzable. Y, tras varias horas de sentirse al límite, pisaron los 5.416 y ante una reconfortante taza de té se miraron orgullos. Sobraban las palabras, se había superado el primer paso.

Muchos son los libros que tratan un país tan bello como Nepal, de ente todos, podemos destacar algunos como: VER LIBROS.