Por Jose Luis Angulo.

Conocí a Jordi Esteva, o mejor dicho sus libros, hace ya muchos años. Por entonces el escritor ya era un consumado viajero y yo comenzaba mis pinitos en esto de deambular por el mundo. Con sus, Árabes del mar y Socotra, la isla de los genios, me sentí muy cercano al escritor pues yo también había quedado prendado por aquellas legendarias geografías.

 Al leer aquellos libros conseguía rememorar línea por línea alguno de mis mas preciosos viajes. Omán, Zanzibar, Socotra, el profundo Yemen o Sudán también habían sido también para mí anhelados periplos a los que había conseguido llegar con el paso de los años y no sin penosos contratiempos. Pero ya se sabe que la satisfacción de un viaje suele ser directamente proporcional al esfuerzo realizado por llegar al ansiado destino.

Atardecer en Zanzibar.

Ahora y después de un tiempo de silencio, al menos literario, Jordi Esteva nos regala un precioso libro publicado por Galaxia Gutemberg y cuyo título, El impulso nómada, ya es toda una declaración de intenciones.

El libro en cuestión es un libro de viajes, pero también una sincera autobiografía donde el autor se entrega a sus lectores a pecho descubierto, mostrándonos su familia, sus vacaciones de verano, el mantra que para él se convirtió casi en una obligación, “ un día me iré y no me veréis más ”, de sus amistades, del descubrimiento de su homosexualidad, de sus cercanía por el mundo árabe, de las drogas, de una cultura underground en su Barcelona natal donde se vivía como si no hubiera un mañana, de sus gustos musicales como Bob Dylan o The Doors o literarios, como la de los autores norteamericanos que formaron la generación beat, de su viaje a India por tierra y que para muchos se convirtió en un viaje iniciático y que para él supuso el descubrimiento del Islam como cultura y no tanto como religión, de los poetas persas, de los años que vivó en Egipto, de su detención y posterior expulsión del país de los faraones y donde sufrió en sus propias carnes la imposibilidad de ser libre, de tenerse que olvidar de ver cumplido su sueño de tener una pequeña casita en el oasis de Siwa, un lugar donde había descubierto un mundo que estaba a punto de desaparecer y cuyos últimos coletazos de aquella vida ancestral plasmo en sus preciosas fotografías hechas en blanco y negro.

El Impulso nómada, como el propio autor ha declarado no es una biografia sino unas memorias y ojalá, y esto es mío, pronto nos deleite con una segunda o quizás, porque no, tercera parte.   

Jordi Esteva huyo de una sociedad que le atenazaba y oprimía para ser él mismo en otro lugar, y desde luego lo consiguió, no sin grandes sacrificios, pero llevo la vida que el mismo quiso llevar y desde luego no todos pueden presumir de haberlo conseguido. 

He leído el libro con atención, sin prisa, pero también sin pausa, deleitándome con lo que Jordi Esteva trasmite y también tengo que confesar que su lectura me ha traído muchos recuerdos de este que ahora os escribe, y que ya desde hace algunos años peina canas.

Para terminar, aunque en el libro hay muchas frases para enmarcar, os dejo estas dos que para mí son especialmente familiares.

“No pretendíamos cambiar el mundo como los de la generación anterior, queríamos cambiar nuestras vidas” y “Quizás todo sea mucho más sencillo y viajar no sea sino partir en busca de los sueños de nuestra infancia”.

Mil gracias Jordi Esteva por este regalo que nos has hecho.