Nuestros amigos de «Buscando a Waslala» nos envían un bonito escrito realizado durante uno de sus largos viajes por el mundo con un proyecto a cuestas: la educación.

Javi y Mayte: los responsables del proyecto, escribieron este texto en la India, un lugar inspirador que le otorga a este escrito más sentimiento si cabe… ¡Os lo recomendamos!

Y, si os interesa, también podéis visitar la página web de estos viajeros pinchando aquí: «Buscando a Waslala». 

Buscando Waslala” en India: echando la vista atrás.

Somos Javi y Mayte, dos profesores valencianos que estamos dando la vuelta al mundo desarrollando un proyecto sobre la educación. Al tiempo que conocemos países y culturas diferentes, recogemos historias que muestran cómo la educación es un importante instrumento de transformación personal y social. El nombre de esta aventura: Buscando Waslala.

Hace más de año y medio que emprendimos esta viaje, que ya se acerca a su final. Pero hoy nos gustaría compartir con vosotros algo que Javi escribió al salir del primer país que visitamos y uno de los que más nos ha impactado: la India.

Estoy tumbado en la litera superior de un tren destino Calcuta. Mayte duerme en la litera contigua. El vagón está prácticamente a oscuras y poco a poco las conversaciones a gritos y los reclamos de los vendedores ambulantes van tornándose ronquidos y traqueteo de fondo. Junto a mí alguien está escuchando música sin auriculares, como de costumbre, solo que esta vez no se escucha la música estridente de siempre. Es una música suave que invita a relajarse, invita a escribir.

Tan solo nos quedan dos días en la India antes de volar a Tailandia. Llevamos casi tres meses de viaje, 90 días de sueño realizado. Creo que es un buen momento para recapitular, para hablar de sentimientos, de sensaciones, de lo que estamos viviendo.

¿Qué es lo primero que me viene a la mente si echo la vista atrás? Recuerdo Rishikesh a orillas del Ganges, ciudades mágicas como Jaisalmer, maravillas como el Taj Mahal. Recuerdo a Andrea, a Oli, a Argi y Leandro, otros viajeros como nosotros con los que hemos compartido impresiones y vivencias. Recuerdo a Mohan en su aldea, a Krishna y su pueblo en medio del desierto, a Tenzin y Tsering de la escuela de artes tibetanas, a María y las familias de los slums de Varanasi… son los protagonistas de nuestros proyectos. A la familia que nos acogió en su casa en Kapurthala; el hecho de no hablar el mismo idioma no fue un impedimento a la hora de crear fuertes lazos de cariño. Cientos de rostros vienen a mi mente: el hombre que me abrazó en un andén, niños sonriendo vergonzosos, el abrazo de una mujer nada más conocernos… Son muchos lugares, muchas personas y muchas experiencias.

En tres meses hemos conocido a más gente que en los últimos tres años. Muchos son indios pero también hay muchos extranjeros, algunos de ellos turistas pero casi todos viajeros de larga duración, mochileros. Cada uno tiene una historia detrás. Parece que la India tiene algo que la hace diferente, que atrae a los personajes más variopintos. Y casi todos van en busca de algo o encuentran algo sin buscarlo. Hay personas que viajan a la India para encontrase a sí mismas: se retiran a las montañas o viven en ciudades místicas y espirituales como Pushkar, Varanasi o Rishikesh. Otros se enamoran de una ciudad, de las sonrisas de unos niños y se quedan a vivir con ellos, a compartir e intentar mejorar sus vidas. Otros vienen a aclarar sus ideas, su futuro y mientras lo hacen se dan cuenta de que el futuro se ha convertido en presente y que no está nada mal. Unos se quedan indiferentes ante una ciudad y otros ven algo mágico en sus calles. Algunos vienen sin esperar nada y lo encuentran todo. Eso es lo bonito de la India: cada uno la percibe, la interpreta, la vive de una manera.

Pero hay mucho más… La velocidad a la que se suceden las historias, las anécdotas, los momentos especiales. La sensación de necesitar tan poco. El asombro que produce el tamaño del mundo. Lo insignificantes que somos. Lo magnífico que es el ser humano. Lo poco sabemos en casa de todo lo que ocurre aquí afuera. La vergüenza que da asomarse a un slum o a una chabola junto a una carretera. Vergüenza por una humanidad capaz de permitir eso. Las ganas de contarlo todo al resto del mundo. La necesidad de despertar a la gente. El pensar que las utopías son posibles. El intentar llevarlas a cabo. El agua de un río sagrado rodeando a Mayte. El miedo y el vertigo que da empezar a vivir un sueño. La belleza de las montañas nevadas. La expresión de Mayte en un bus al recibir un regalo de una desconocida. Los atardeceres de color rojo y azul eléctrico. Una sonrisa intuida bajo un velo. La generosidad de un extraño. La invitación a té de un vendedor que no quería vender. La cara de Mayte contemplando el Taj Mahal por primera vez después de una vida esperando. Ver la India deslizarse a través de la ventana de un tren.

Cuando viajas parece que vives más. Demasiado a menudo la vida se convierte en pequeños momentos de lucidez que interrumpen el letargo de la rutina. Quizás, al viajar, esos momentos de Vida, con mayúsculas, son más y mejores. ¿Quién sabe? Estoy convencido de que un viaje puede acabar en rutina y de que, sin salir de casa, se puede vivir con lucidez pero aquí, dentro del saco de dormir y oyendo a gente con turbante susurrar, parece mucho más fácil Vivir, estar vivo.

Todo esto es ya parte de mi vida, de nuestras vidas. Esto nos está convirtiendo en las personas que seremos en el futuro. Y esto no ha hecho más que empezar.”

¡¡Esperamos que os haya gustado!! ¡¡A nosotros nos ha encantado!!

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