Por José Luis Angulo.

No soy hombre de mar. Nunca lo fui.  Pero desde niño tuve una especial atracción por los faros. Desconozco el motivo, quizás me atraigan las soledades que transmiten, lo inhóspito de los lugares donde a menudo se encuentran, las lecturas de las terribles historias que acontecieron en muchos de ellos, o quizás también sus arquitecturas imposibles. No lo sé, quizás sea de todo un poco, pero siempre que viajo por algún lugar donde hay un faro, intento visitarlo. A veces llegar hasta ellos no es tarea fácil, pero son como un imán para mí.

 A los pies de un faro se sueña, os lo puedo asegurar. La melancolía se adueña de uno y solo hay que cerrar los ojos y dar rienda suelta a la imaginación.


Las dos fotos que acompañan al articulo están tomadas el pasado mes de abril en un viaje a Mozambique. Los dos faros están activos, el primero, el de Barra, cerca de Tofo, el segundo, en la desierta isla de Goa, a escasos 40 minutos de navegación a vela desde la legendaria Ilha de Mozambique. Fotos de Fernando Sánchez Heredero

Por eso la reciente aparición del libro, Breve Atlas de los Faros del Fin del Mundo de Jose Luis Gonzalez publicado de forma muy cuidada por Ediciones Menguantes me ha llenado de alegría y me ha permitido soñar una vez más con nuevas y apasionantes singladuras.

Por las páginas del libro, editado en tapa dura, van desfilando las historias de 30 faros, le acompañan preciosas ilustraciones, mapas o cartas náuticas y fichas de cada uno de los faros.



Pero ya en el prólogo del libro, el propio autor nos confiesa: “Asi que esto no es solo un libro sobre faros. Es también una forma de vernos reflejados en el espejo de la condición humana, de cuestionarnos acerca de la experiencia de vivir en soledad, de reconocer la dependencia de los demás en el reto de la supervivencia, de explorar las miserias y las grandezas a las que podemos llegar en situaciones extremas.”

Y también con absoluta honestidad, el autor nos confiesa: “A pesar de no haber estado en ninguno de estos aislados faros me he permitido tratarlos como si los conociera y he sentido, desde la comodidad contemporánea, la tempestad azotando las ventanas, el aislamiento presentándose detrás de las tormentas y la soledad acechando entre la niebla. “ 

Y sin duda lleva razón el autor, el libro no es solo una descripción de estos elementos necesarios para la navegación sino que cada uno de los faros escogidos rezuman de historias apasionantes, dramáticas e incluso algunas de ellas inverosímiles.

Conoceremos las violentas olas de fuerza 4,5 y 6 que asolaron el faro de Wenwei Zhon en Hong Kong, la terrible historia de Mandolini y Ferracci fareros de La Vieille en Francia, o del farero ruso Bagrentsev que a pesar de su ceguera desempeño el oficio a principios del siglo XX en el faro de Syatonossky en Rusia, la historia del faro de Stannard Rock, que nunca ha tocado el mar al estar construido sobre un lago de agua dulce, el de la isla de Robben, la misma donde Nelson Mandela permaneció encarcelado durante 18 años y por supuesto el más significativo para mí por haberlo visitado personalmente, el faro de San Juan de Salvamento, situado en la Isla de los Estados en la Patagonia Argentina y en el que se basó el gran Julio Verne para su obra el Faro del Fin del Mundo.

Muchos países se disputan el honor de poseer el que ellos consideran el faro mas bonito, otros el construido en el lugar más inhóspito o de difícil acceso, pero este libro no va de eso y por lo tanto dejaremos esta inútil competición para otro momento.

Me encanta saber que este libro: “No se trata de un manual de geografía sino de un pasaporte para viajeros románticos”, yo que siempre me considere de esa tribu, he disfrutado mucho con la lectura de este maravilloso Atlas, pero además sé, qué se convertirá en uno de esos libros que releeré una y otra vez. Ya lo dije al principio, los faros son un iman para mí, y este libro va de faros, así que a buen entendedor………